“CUANDO UNO DICE CURACIONES SE IMAGINA ALGO SIMPLE. EN ETIOPÍA CULTURALMENTE, ANTES DE LLEGAR A UN CENTRO DE ASISTENCIA, LA GENTE ACUDE A LA MAGIA NEGRA, LOS HECHIZOS, ENTONCES CUANDO VIENEN EN BUSCA DE AYUDA, LAS ENFERMEDADES LLEGAN MUY EVOLUCIONADAS”
Llega el momento de volver de ese primer viaje. ¿Qué te dejo?
Te diría que la vuelta fue dura. Viví una plenitud que nunca había sentido. Si no fuera porque tenía que retomar la facultad me hubiera quedado. Fueron dos meses muy fuertes y me costó y me sigue costando la vuelta a la rutina, a los temas familiares, a las conversaciones en las reuniones. Me pasaba que sentía “culpa” de volver a lo mundano, a la comodidad de mi casa. Me costó bastante esa vuelta. Tenía un novio que no compartía esas ganas de irme tanto tiempo a un lugar como Etiopia, mis padres siempre preocupados no querían que me vuelva a ir sola. Así que pasaron tres años hasta que volví a viajar a Etiopía. Fue en 2017 esta vez me fui sola. Ahora ya estaba recibida de médica y había aprobado el ingreso para hacer la especialidad en oncología que arrancaba en abril. Otra experiencia maravillosa, esta vez me alojé en la capital, sentía que ese era mi lugar en el mundo, me sentía plena. Arrancaba yendo a misa a las 6 am, después repartía el desayuno, desayunaba yo y a darle. Eran jornadas de mucha actividad.
Lo más fuerte de ese segundo viaje fue que al segundo día de llegar me encontré con un chico de unos veinte años, Ayenafi era su nombre. Tenía un tumor en el brazo del tamaño de dos pelotas de básquet, todo ulcerado, un tumor muy complicado, Ayenafi tenía mi misma edad y estaba sufriendo muchísimo en un país donde no existen los cuidados paliativos, no existen los analgésicos, la morfina prácticamente no existe ni está disponible. Entonces prácticamente todo mi voluntariado de ese año fue estar a los pies de la cama con él. De hecho, yo me volvía un día a las 10 de la noche y el falleció ese mismo día a las 04 de la mañana. Pude acompañarlo hasta el final por suerte, ayudarlo a cargar con esa cruz, con ese sufrimiento. Faltando tres días para que falleciera apareció el padre, fue muy lindo. Y yendo a tu pregunta de si se le puede decir a una persona que se va a morir, todo depende de lo que esa persona quiera. En el caso de Ayenafi más de una vez me desafió con preguntas del tipo “¿Me estoy muriendo? Decime la verdad”. Me acuerdo que en un momento nos miramos con lágrimas en los ojos los dos y le dije que sí, que se estaba muriendo. Ayenafi era un caso excepcional, hablaba inglés, era un chico que había llegado a ir a la Universidad y luego, a raíz de su enfermedad, tuvo que abandonar todo, gastó todo su dinero y terminó siendo recibido por la congregación de hermanas, que reciben solo a enfermos en extrema pobreza.
¿Cómo era un día de trabajo tuyo en Uruguay?
Cuando regresé de aquel segundo viaje empecé a trabajar en la unidad de cuidados paliativos del Hospital Evangélico así que de 8 a 16 hs estaba en el Clínicas y de ahí me iba a ver pacientes a domicilio. Por lo general tratamos que los esos pacientes estén la mayor parte del tiempo en su casa, muy pocas veces ingresan como internación porque la idea es que estén rodeados de sus cosas, su comodidad, su familia, poder estar acompañados sin restricciones. Así que visitaba pacientes y terminaba a las 20, a veces a las 22… y volvía a casa. Todavía vivía con mis padres y así eran mis días, centrada en oncología, en terminar la carrera, porque me quería volver a ir.
Contanos tu experiencia en Etiopía en 2018
Me fui con tres amigas: una de facultad, otra amiga de la parroquia y otra que viajó con el novio, éramos cinco. Esta vez no dividieron y quedamos todos separados. Ellos te preguntan si estás dispuesto a dividirte ya que les sirve mucho más. A mí por suerte me tocó con Chili que era mi compañera de facultad, habíamos hecho puerta de emergencia en el internado en el último año de la carrera de medicina. Nos tocó asistir partos, literalmente hacer de parteras. Allá es bastante común que los nacimientos ocurran en los hogares. Generalmente no hacen a tiempo de llegar a lugares asistenciales y ese es el motivo de la alta mortalidad materna y neo natal. Pero de ese viaje tengo una anécdota que es muy linda. Etiopía se había declarado en estado de emergencia por los problemas que hay entre las etnias y para que los grupos no se organicen, “bajaron la llave” de internet, estábamos aislados. Hubo un comunicado sobre un posible ataque a nuestro complejo. Nos pidieron que no saliéramos del cuarto y en ese momento traen de la calle a una mujer con trabajo de parto avanzado, ya no tenía contracciones, había roto bolsa hacía más de 24 horas y venía amamantando a un bebe de un año. El escenario era caótico, pero fue increíble como trabajamos y como se dio ese nacimiento, como hicimos que ese bebe naciera y naciera bien.
“NO ME GUSTABA EL “SOY MÉDICA, VENGO A…” ME GUSTABA EL VENGO A HACER LO QUE SEA NECESARIO, LO QUE DIOS QUIERA, LO QUE USTEDES NECESITEN. Y PODER SERVIR SIN PRETENCIONES…”
Llega 2019 y un viaje que te iba a marcar para toda la vida
Fue increíble. Éramos un grupo de seis uruguayas. Vuelve Chili mi amiga ginecóloga, estaba Teresa una nefróloga de setenta años, que vino con su hija que era amiga mía de Techos, después vino Luisa, una chica que era nutricionista que había estudiado en Los Pilares y me contactó, y vino Rebe, una partera.
Y en ese viaje conozco a Patricio, mi marido. La historia es graciosa. Pato estaba con Fede, un amigo, en un viaje turístico que seguía en un voluntariado en el interior y luego se iba a Calcuta, a las Misioneras de la Caridad.
Resulta que la persona que los iba a buscar para llevarlos al voluntariado nunca apareció. Patricio se puso en contacto con las Misioneras de Calcuta y estas les recomendaron presentarse donde íbamos a trabajar nosotras.
Cuando llegaron, las monjas que ya estaban mareadas con tantas visitas les preguntan:
¿Ustedes son amigos de Pompa?
¡Por supuesto! – le responden estos caraduras. “Vengan, los estamos esperando” fue la respuesta de la monja.
Nosotras llegamos esa misma noche. Cuando separaron los grupos, a mí me tocó quedarme en la capital con Teresa y con estos dos chicos argentinos. Fue un voluntariado muy lindo y con Patricio nos fuimos enganchando, después él se fue a Calcuta y yo volví a Uruguay.